lunes, 19 de septiembre de 2011

Tecnología informática: un mal indispensable.

Tuve ocasión, a principios de los 90, de escuchar a un empresario (quien habiendo empezado como vendedor ambulante logró llegar a tener su propia avioneta para trasladarse a sus negocios y fábricas)   afirmar que “la informática al igual que el matrimonio no es un bien indispensable sino apenas un mal necesario”.

En 2003 Nicholas Carr publicó un artículo en el Harvard Bussines Review que tituló “IT Doesn’t Matter”, en el que sostenía,  mediante un estudio económico, que la tecnología informática había entrado en un proceso de comoditización  por el que las empresas ya no obtendrían ventajas competitivas sostenibles por el mero hecho de invertir en ella.

N. Carr recomendaba “gastar menos”, “seguir y no liderar” y “focalizarse en vulnerabilidades, no en oportunidades” como reglas básicas para gestionar la tecnología informática de manera rentable. [1]

Ese  artículo causó un alto revuelo,  el Harvard Business Review dedicó otros números a réplicas y contrarespuestas[2][3], pero a pesar de eso el debate no fue recogido por la comunidad informática.  Parece lógico que este debate no trascendiera, deben ser muy pocos los actores vinculados a la tecnología (como empresas, consultoras y profesionales)  que estén interesados en que se reflexione sobre la conveniencia de adoptar criterios como “gastar menos”.
 
Pero la pregunta está vigente y es importante hacérsela: ¿la inversión en informática genera de por sí ventajas competitivas sostenibles?

Sin duda la inversión en tecnología es indispensable para no quedar rezagado -  es un mal necesario- , pero el uso de la tecnología por sí mismo ha dejado de ser un bien en sí, y ya no agrega valor diferencial en forma natural. Las empresas invierten en tecnología pues necesitan que sus procesos informáticos funcionen perfectamente, pero lamentablemente esto no les proporciona automáticamente ventajas diferenciales.

Existen casos de éxito en los que el uso de la tecnología viabiliza nuevos negocios que producen mayor riqueza (por ejemplo los conocidos casos de Facebook o Zara),  pero en estos casos la tecnología usada no establece la diferencia,  lo que hace que estos negocios sean exitosos es la forma creativa en que se usa la tecnología para generar valor.

En los casos de éxito se observa una alta creatividad para lograr que la innovación en procesos o en productos satisfaga necesidades y apetencias de los clientes. Sin duda estos nuevos procesos o productos son viables sólo mediante el uso de las nuevas TIC’s (tecnologías de la información y las comunicaciones), pero la tecnología es nada más que una condición necesaria,  no suficiente.

Frente a esta situación una posibilidad es esperar que la creatividad surja en forma espontanea. Puede que a alguien se le ocurra una buena idea, podemos confiar en que logre expresarla, convencer al resto de la empresa,  ponerla en práctica y generar buenas ganancias.  Pero esto es muy poco probable que ocurra.

Otra posibilidad es trabajar para crear condiciones favorables en las organizaciones para que las ideas surjan, maduren y se implementen.  Esta segunda alternativa es uno de los objetivos fundamentales de la gestión del conocimiento. 


La creación de riqueza mediante el uso la tecnología de la información y las comunicaciones depende cada vez más de la creatividad y el conocimiento aplicados a generar valor. Esta es seguramente la razón por la que las empresas y países líderes invierten cada más en mejorar sus procesos de gestión de conocimiento.


Notas
[1] El artículo mencionado de Nicolas Carr está en http://hbr.org/product/it-doesn-t-matter/an/R0305B-PDF-ENG
[2] Se puede leer un resumen de este debate en http://www.johnseelybrown.com/Web_Letters.pdf
[3] Existe una resumen traducido al español del artículo en http://www.consultoras.org/frontend/aec/Does-IT-Matter-Por-Nicholas-G-Carr-vn7877-vst9

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